Por: Isabel Villagar, profesora online de canto
Hoy realizo una mirada a Prácticas, métodos y reflexiones para una educación musical transformadora, un volumen muy recomendado para el profesorado de música
Hay libros que llegan en el momento justo, cuando el panorama educativo parece necesitar aire fresco, cuando los docentes buscan nuevas formas de conectar con su alumnado y de devolverle a la música su poder genuino: el de transformar.
Prácticas, métodos y reflexiones para una educación musical transformadora, publicado por Narcea Ediciones y coordinado por Marco Antonio de la Ossa-Martínez, es precisamente uno de esos libros. No se trata solo de un compendio de experiencias o de teorías sobre cómo enseñar música; es, sobre todo, una invitación a repensar qué significa educar a través de la música en pleno siglo XXI.
Desde sus primeras páginas se percibe una intención clara: demostrar que la educación musical puede ser mucho más que la transmisión de contenidos o destrezas técnicas. La música, cuando se trabaja con una perspectiva inclusiva, crítica y creativa, se convierte en un vehículo de desarrollo humano, de cohesión social y de crecimiento emocional.
Este libro lo demuestra con contundencia, pero también con una sensibilidad admirable. Estamos ante un texto académico a la par que vivencial: es una obra llena de ejemplos reales, de propuestas que nacen de la experiencia, de la observación directa del aula y de la pasión de quienes creen que enseñar música es transformar personas.
Uno de los grandes aciertos del volumen es su estructura coral. A lo largo de sus quince capítulos, escritos por dieciocho autores de distintas universidades y centros educativos, se dibuja un mapa completo de la educación musical contemporánea. Cada aportación se convierte en una ventana distinta a las múltiples formas en que la música puede enseñarse, vivirse y repensarse. Hay capítulos dedicados a metodologías activas, otros centrados en el trabajo corporal y vocal, algunos que exploran la relación entre el sonido y la imagen, y otros que reflexionan sobre el papel de la tecnología o la gestión cultural en los estudios musicales. Lo apasionante es que todos estos enfoques conviven en armonía, mostrando que no existe una única forma de enseñar música, sino una infinidad de caminos posibles.
La obra está impregnada de una coherencia profunda entre el discurso y la práctica. No es un libro que se limite a enunciar teorías o a repetir los lugares comunes de la pedagogía musical. Cada capítulo está sostenido por experiencias concretas: proyectos desarrollados en aulas reales, investigaciones aplicadas, análisis de metodologías que han sido puestas a prueba con estudiantes de distintas edades y contextos. Esa conexión con la realidad educativa es lo que hace que la lectura resulte tan enriquecedora. Se percibe que detrás de cada reflexión hay horas de práctica, de ensayo, de diálogo con el alumnado, de búsqueda constante por mejorar.
Resulta especialmente interesante cómo los autores abordan la enseñanza desde una mirada integral. La música aquí no se concibe como un fin en sí mismo, sino como un medio para potenciar la creatividad, la cooperación, la empatía, la atención plena y el pensamiento crítico. Hay propuestas que combinan la improvisación y la composición como herramientas de descubrimiento, otras que usan la percusión corporal y la voz para trabajar la coordinación, la memoria o la expresividad, e incluso experiencias que integran el paisaje sonoro y la representación visual, abriendo la puerta a un trabajo interdisciplinar que conecta la música con las artes plásticas, el movimiento o las nuevas tecnologías. En todos los casos, el hilo conductor es el mismo: entender la educación musical como una experiencia transformadora, tanto para quien aprende como para quien enseña.
El libro, además, respira actualidad. Muchos de los temas que aborda son urgentes y necesarios. Se habla, por ejemplo, de la inclusión en el aula, de cómo adaptar las prácticas musicales a contextos diversos, de la importancia de reconocer la pluralidad cultural de los estudiantes, o del papel que juegan las herramientas digitales en la enseñanza.
También se reflexiona sobre la falta de formación en gestión y emprendimiento musical (el "music business") en los estudios superiores, un vacío que este volumen señala con valentía, proponiendo que la educación musical debe preparar a los futuros profesionales no solo como intérpretes o docentes, sino también como agentes culturales capaces de transformar su entorno.
Otro aspecto que destaca es la calidad de la escritura y la honestidad de los relatos. A pesar de tratarse de una obra académica, la lectura resulta cercana, inspiradora y profundamente humana. Se nota que quienes escriben lo hacen desde el compromiso con su práctica y desde la convicción de que la música tiene un papel esencial en la formación integral de las personas.
Hay en cada capítulo una mezcla equilibrada de conocimiento, pasión y experiencia que logra contagiar al lector. No es difícil terminar un texto y sentir el impulso de llevar esas ideas al aula, de probar una nueva dinámica, de replantear la propia forma de enseñar. En especial, remarco el proyecto Mamamúsica, cuya CEO, Silvia Martínez apuesta por la educación auditiva desde la comprensión, la improvisación y la creatividad.
El coordinador del libro, Marco Antonio de la Ossa-Martínez, ha sabido reunir a un grupo de autores que representan distintas sensibilidades y ámbitos de la educación musical, desde la escuela hasta el conservatorio o la universidad. Su labor de articulación es notable: el conjunto mantiene coherencia, ritmo y profundidad. Además, su propia trayectoria —como docente, investigador y gestor cultural— aporta un sello de autenticidad y compromiso. El resultado es una obra que no solo informa, sino que inspira, que interpela, que despierta en el lector la necesidad de actuar.
A nivel pedagógico, Prácticas, métodos y reflexiones para una educación musical transformadora puede considerarse una herramienta indispensable para todo docente de música. Su lectura ofrece tanto fundamentos teóricos como estrategias prácticas, tanto reflexión crítica como propuestas concretas para el aula. Es un texto que invita a cuestionar los modelos tradicionales de enseñanza, pero no desde la confrontación, sino desde la construcción de alternativas posibles. Propone que la música vuelva a ser ese espacio de encuentro, de creación compartida, de libertad y de emoción que muchas veces se pierde entre los currículos y las evaluaciones.
También es un libro que dialoga con el presente y mira hacia el futuro. En tiempos de digitalización acelerada y de cambios profundos en la educación, la música aparece aquí como un refugio y, al mismo tiempo, como una fuerza de transformación. Su valor no radica solo en enseñar a tocar o a leer partituras, sino en enseñar a escuchar, a convivir, a pensar de manera creativa y crítica. Esa idea atraviesa toda la obra y la convierte en algo más que una recopilación de artículos: es una declaración de principios sobre lo que la educación musical puede -y debe- llegar a ser.
Si algo consigue este libro es recordarnos que la enseñanza musical no es un acto neutro. Enseñar música implica elegir qué tipo de sociedad queremos construir, qué valores deseamos fomentar, cómo entendemos la creatividad, la cooperación, la diversidad. En ese sentido, cada propuesta, cada experiencia y cada reflexión recogida en sus páginas es una invitación a tomar posición, a asumir que el aula puede ser un lugar de transformación profunda, donde el aprendizaje se funde con la emoción y donde la música se convierte en un lenguaje para comprendernos mejor a nosotros mismos y al mundo.
Leer Prácticas, métodos y reflexiones para una educación musical transformadora deja una sensación de esperanza. Es un recordatorio de que la educación musical sigue viva, en constante movimiento, abierta al cambio y a la experimentación. Es un libro que inspira, que motiva, que devuelve las ganas de enseñar con sentido y de aprender con curiosidad. Y sobre todo, es un homenaje a la música como herramienta de crecimiento, de libertad y de humanidad.
Sin duda, una obra que debería estar en la biblioteca de todo aquel que cree que enseñar música es una forma de cambiar el mundo, nota a nota.
