Estos últimos días reflexionaba a cerca de las creencias que se sostienen en tiempos de crisis y que en lugar de sacarnos de ella nos mantienen en sus garras.
Es cierto que los recursos son limitados, siempre lo son, pero muchas veces la limitación de recursos se convierte en una excusa perfecta para los que no quieren hacer algo o que simplemente no quieren gastarse esos recursos en cosas que no tienen un beneficio inmediato.
Este es el caso de la cultura. ¿Cómo se puede cuantificar el beneficio de invertir en cultura?. Sinceramente creo que si no se tiene una visión a largo plazo y las acciones no se sostienen en el tiempo es muy difícil observar la rentabilidad de las acciones culturales. Pero la pregunta aquí es ¿qué clase de país queremos? ¿De qué manera la cultura enriquece a las personas y las convierte en un elemento de riqueza de un país?
Las preguntas que nos deberíamos formular son: ¿En qué aspectos queremos formar a los ciudadanos? Las personas se interesan por lo que conocen y para que conozcan la música, el teatro, el cine, la danza, etc. considero necesario formar a la audiencia con productos culturales de calidad que les aporten experiencias enriquecedoras, que les cambien por dentro y les hagan ver otras realidades.
La cultura genera riqueza intelectual y material. Si hablamos en términos de riqueza económica la cultura genera el 4% del PIB en España. En cambio, socialmente está poco valorada. La frase "por amor al arte" hace mucho daño al sector porque un músico, un actor, un escritor... invierten mucho tiempo y energía en su formación como para que después el sector les pida que hagan su trabajo gratis. A nadie se le ocurre pensar que un abogado o un médico vaya a trabajar "por amor al arte".
La realidad es que el mundo de la música mueve a muchos profesionales: músicos, escuelas de música, conservatorios, profesores de música, estudios de grabación, salas de conciertos, agentes musicales, programadores culturales, instituciones oficiales, coros, orquestas, vendedores de instrumentos, editoriales, librerías, luthiers, etc. Muchos de ellos aun están luchando por un reconocimiento social y educativo. Tal es el caso de los luthiers o los afinadores de pianos, actualmente no hay ningún tipo de estudios reglados en España y de los programadores culturales que acceden a esa profesión a través de una especialización.
Obviamente hay hambre en el mundo y gente enferma pero eso no ese no es un argumento válido para dejar de invertir en cultura. La cultura enriquece al ser humano, lo hace mejor y más sensible a la realidad y a las necesidades de otros. Permite el desarrollo de actividades que fomentan la cooperación y la solidaridad y a su vez enriquece a la sociedad. Un país que invierte en cultura invierte en su futuro.
Por lo tanto es una gran excusa, así como una rémora para la economía de un país aceptar las creencias que sostienen que para la cultura no hay dinero. Lo que falta es imaginación, cooperación entre profesionales, nuevas fórmulas de gestión. Lo que falta son ganas de tener una sociedad rica y culta. Personas que piensen por si mismas y aporten lo mejor de si mismas a los demás.