¿Cuál
es la primera experiencia que recuerdas con la música?
Lo
que primero recuerdo era cantar las canciones para niños que
escuchaba en la televisión, en los dibujos o en los casetes que me
compraban mis padres, algo típico de los años 80 en los fui
pequeño. Mi padre, audiófilo, me enseñó a mi hermano y a mí a
usar un grabador de cintas – por lo que uno de nuestro juegos
favoritos, cuando teníamos cinco o seis años, era grabarnos a
nosotros mismos haciendo de todo: cantando canciones, improvisando
escenas cómicas, parodiando programas vistos en la televisión,
inventándonos que éramos una emisora de radio (normalmente, tras
varias discusiones, mi hermano capitulaba y la emisora pasaba a
llamarse “Radio Flavio”, claro ;-) En este contexto recuerdo que
vivía el hecho de cantar como algo absolutamente natural e inherente
a la persona (en este caso, al niño). Tengo una cinta donde le canto
alguna notita a mi padre teniendo dos añitos, pero por supuesto no
lo recuerdo personalmente
¿En
qué momento decidiste que querías ser cantante?
El
primer choque en este sentido fue descubrir a Joan Sutherland en un
vinilo, por pura casualidad, cantando la primera aria de Lucia. Tenía
nueve años y estaba solo en la habitación. Pensé: “¡wow!” –
y me apresuré a imitarla, chillando a más no poder. Eso me empujó
de manera muy fuerte: le pedí a mi madre repetidamente que me
llevara a la biblioteca municipal para poder leer libretos de ópera,
más que comprar discos. Recuerdo que estaba, de repente y sin
explicación, obsesionado con los libretos. Tenía que leerlos. De la
misma manera, cuando tenía cinco años y cantaba las canciones de
los dibujos, le “exigía” a mis padres que me compraran el vinilo
y no el casete, porque en el sobre de papel del disco venía la letra
impresa. Recuerdo sobre todo eso, la obsesión por tener la letra.
Luego busqué un libro de música del colegio, uno que se usa en
Italia para los últimos años de la “EGB”, y empecé a
estudiarlo por mi cuenta, ya que no tenía ninguna ayuda en casa de
nadie que supiera leer o escribir música. Compré papel para música
y empecé a “componer” como un loco cosas que no tenían ningún
sentido, las tocaba sobre mi pequeño tecladito, luego cogía el
violín y horrorizaba a los vecinos, pasando por la flauta dulce...
No tenía claro que sería cantante, sólo sabía que me interesaba
la música y la literatura. Luego ya con doce años, viviendo en
España, descubrí que existían los “contratenores” gracias a
unos CDs (¡esto también era nuevo!) de la biblioteca municipal
(¡benditas bibliotecas municipales!). Pensé que esto era
absolutamente fantástico, ya que yo quería cantar así, “agudo”,
“arriba” – en palabras de un niño, claro. Llegó el cambio de
voz, y allí dije claramente: “Quiero cantar como un contratenor”.
De ahí empezó todo el drama por conseguirlo, sin profesores,
completamente “a lo loco” (a pesar de que estaba estudiando piano
en el conservatorio). Pero no creo que me refiriera a hacerlo como
profesión. Realmente no me planteé hacerlo como profesión hasta
que me fui a Basilea para estudiar en la Schola Cantorum Basiliensis,
aunque oficialmente aparecí como “contratenor” por primera vez
con 17 años en un pueblo de la provincia de Castellón.
¿Qué
personalidad musical crees que te influyó más en tu carrera?
No
hay una en especial que supere a las demás, pero sí “grupos” de
personalidades según las épocas de mi vida. Seguramente en mi
adolescencia crecí y “sobreviví” gracias a todos aquellos
pioneros contratenores de los años 80 y 90, aquellos que lucharon,
mejor o peor, por romper los prejuicios del público – algo que iba
junto de la mano con el movimiento de la música antigua, de todas
maneras. Gerard Lesne, René Jacobs, Derek Lee Ragin, Drew Minter,
James Bowman, Michael Chance... eran el pan de cada día, así como
muchos otros que escuchaba sin parar todos los días. No voy a
mentirte, entre los 16 y los 20 fue importantísima para mí la
presencia de música más “moderna” y de personalidades fuertes y
al mismo tiempo geniales como Freddie Mercury (fui y sigo siendo un
fanático de Queen) o Kate Bush, con su voz y su poesía
absolutamente arrolladoras. Todo ayuda a formar tu personalidad, a
sobrepasar los momentos duros de la adolescencia, cómo no. ¿Acaso
debo mencionar también a María Callas sin caer en un cliché? No me
importa. María Callas es una gran escuela del sentimiento.
¿Cuál
era el estilo o el compositor que más te gustaba estudiar de joven?
Cuando
tenía 12–16 años era un verdadero talibán del barroco: no sé
por qué siempre nos hacemos muy extremos en esas edades (y hay gente
que ahí se queda, al parecer...), y yo me puse realmente
desagradable detestando cualquier cosa que no fuera música antigua.
No me sé explicar por qué, pero así fue. Luego, por suerte, me fui
abriendo a otras cosas. Supongo que son las cosas del crecer y del
madurar
Si le dijera al Flavio de hace 15 años que ahora canto Mahler y
Wolf, creo que me degollaría ;) Ahora, bromas aparte, siempre tuve
una especial obsesión por Handel. Recuerdo que comprar mi primera
ópera de Handel en CD (justamente su “Flavio”) fue todo un hito,
estaba temblando de emoción. Qué tiempos...
¿En
qué repertorio te sientes más a gusto en la actualidad?
Seguramente
el barroco es el que más domino, por la cuestión estética y
estilística: es el que más he trabajado todos estos años. No es
sólo por razones de técnica, que al fin y al cabo es una para todo,
sino de estilo, de texto, de poética. Como decíamos en otra
ocasión, no
hay una técnica diferente
para Handel y para Verdi. Hay
una manera diferente
para Handel y Verdi. El resto son debates estériles de gente que
tiene muchas ganas de discutir. También me encanta cantar Lied
romántico, que necesito para mi salud mental
No de solo barroco vive el hombre...
Cuéntanos,
por favor, alguna experiencia o anécdota que te venga a la memoria
que tenga que ver con tu voz o tu experiencia profesional (en algún
curso, o concierto...)
Hay
tantas anécdotas, es difícil elegir... Recuerdo un señor al salir
de un concierto en Berna que se acercó con mucha curiosidad, un poco
tímido, preguntándome si como yo cantaba se llamaba “castrato”.
Lo decía con toda la ingenuidad del mundo, y no había ninguna
malicia. Le expliqué tranquilamente que tenía barba y que hablaba
con voz de barítono, por lo que no podía ser un “castrato”. Su
mujer exclamó: “¿Ves cómo tenía yo razón?” – En otra
ocasión recuerdo una señora que se me acercó después de una misa
de Navidad en un pueblecito de Suiza: estaba llorando. No entendí
todo lo que decía, ya que hablaba en un dialecto muy cerrado del
interior. Me abrazó y me dijo “gracias”. Cuando pasa esto,
piensas que al final todo lo sufrido ha valido la pena. Recuerdo
también unas mañanas en que me he levantado con voz de bajo
profundo, y con mucho miedo, jiji.
¿Qué
opinas de la situación actual de los músicos y los cantantes? ¿Qué
crees que debería cambiar?
¿Qué
puedo decir que ya no se haya dicho una y otra vez en todos los
medios? La situación es la que es, y no es del todo favorable, tanto
económica como socialmente y artísticamente. Ya no se trata solo de
un problema de dinero. Hay un problema cultural profundo, y este toca
tanto a “profesionales” como a “profanos” por igual. Todo
está cambiando muy rápidamente en una sociedad en la que la imagen
prevalece sobre otras cualidades, sobre todo en el sector del canto.
A menudo un cantante con un cuerpo determinado supera en audiciones a
otro que, probablemente, cante mejor, enuncie mejor, diga
mejor las
cosas. Difícil, a estas alturas, cambiar la estructura y la escala
de valores culturales de esta sociedad. Debería cambiar la educación
de los niños desde la base, desde la escuela primaria, y la manera
en que los padres (ya que éstos tienen mucho que ver, ¡no solo la
escuela!) le explican las cosas a sus hijos. Pero, en fin, tampoco
vamos a pensar que en 1730 todo el mundo era Farinelli, Metastasio,
Handel y Bach. La caca
ha existido siempre, me temo. Y me paro aquí, porque si no no
terminaremos nunca ;-)
¿Qué
proyectos musicales tienes en mente realizar?
Muchas
cosas en la cabeza, pocas realizables – no hay patrocinadores, no
hay dinero. Y si lo hay, se lo dan al fútbol, o a cantantes que
están dentro de otro sistema de cosas y de agencias, así que
difícil. Me gustaría profundizar en la enseñanza, que estoy
disfrutando muchísimo cuando tengo tiempo para impartir clase. Me
encantaría poder organizar un curso de canto aquí en Castellón, mi
ciudad.
¿Qué
consejo o recomendaciones darías a los que empiezan ahora a estudiar
canto?
Cultura,
mucha cultura. Leer como locos. Estudiar. Transcribir las letras.
Aprender y mejorar idiomas. Saber de métrica (¿cantar sin saber lo
que es un verso? ¿Acaso conduces sin saber lo que es un volante y un
pedal, sin saber lo que es la gasolina, o qué significan las
señales?), italiano y alemán lo primero y esencial. Literatura ante
todo. Y estudiar mucha, muchísima música. Qué triste escuchar
cantantes que dicen “canto mucho belcanto pero también me gustan
Handel y Mozart”. ¿Han estudiado lo que significa “belcanto” o
repiten simplemente lo que todos? ¿Les han explicado que belcanto
significa
mayoritariamente siglos XVII y XVIII y que muere lentamente entre
Rossini y Bellini, con algo de Donizetti pero no todo?
El
cantante debe ser todo lo culturizado que pueda, y no me refiero
precisamente a levantar pesas. Aprender a escribir, a hablar
correctamente, a mantenerse harmónicamente en pie. Aprender, poco a
poco, a comunicar sin violentar, a protegerse pero sin cerrarse.
Bajar los hombros, destensar el cuello, dejar la mandíbula suelta.
¡Dificilísimo! Pensar en vertical sobre todo, y en circular, en
profundidad. Cantar con todo el cuerpo menos con el cuello, en
realidad... Y ser buena persona. Eso al final es lo que se ve. La voz
refleja mucho, muchísimo, igual que los ojos y las manos. ¡Ojito! –
Hay tantas cosas... Y, naturalmente:
Vais
a emprender un camino largo, muy largo, duro, muy duro, único, muy
único. Si no estáis totalmente convencidos de que podéis
sacrificar muchas cosas por esto, pensároslo dos veces. Si es que
sí, entonces estad preparados para vivir al borde de muchas cosas,
buenas y malas. Cantar es una grande, enorme responsabilidad.
¿Quieres
añadir algo más sobre tu relación con la música o con el canto?
No
querría repetir lo que todos: “no podría vivir sin música, no
tendría sentido para mí respirar, que me mueroooo”. Eso lo
sabemos todos, y no hace falta ser músico para aplicarse estas
frases. Sí, técnicamente podemos vivir sin música, cómo no. Hay
que ver cómo
viviríamos, cuál sería nuestra calidad de vida, la calidad de
nuestra vida anímica. Eso ya es otro tema...
No
soy nadie, y sigo aprendiendo cada día sobre canto y música, igual
que aprendemos cada día sobre la vida, sobre las relaciones humanas,
etc. ¡Cómo no! Para eso estamos aquí, para aprender. ¿Quién
podría probar lo contrario? Aprender es la clave de la
supervivencia. Aprendemos a caminar, a leer, a escribir... aprendemos
(a veces) a amar, (a veces) a ser amados. Cantar es parecido. NUNCA
DEJAMOS DE APRENDER. Por un lado la técnica, por otro lado el
aspecto humano. Sin técnica, sin decorum
(usando un concepto barroco), sin preparación, sin aprendizaje
previo, no podemos ofrecer un producto de calidad, un producto digno.
Sin el lado humano, el de la comunicación, ofreceremos un producto
técnicamente hábil, pero frío. Creo que la clave del canto y de
muchas otras cosas resida en la combinación de una correcta
utilización de los recursos técnicos y de una correcta traducción
de estos a través del coloreado tamiz de las emociones, y todo esto
en vivo y en directo. Una disciplina enorme, a veces cruel, a veces
grandiosamente excitante. Arte escénico, al fin y al cabo, ¿no?