Todo comenzo cuando realicé un curso de verano con la gran Enriqueta Tarrés, porque me lo recomendó una buena amiga cantante que había estudiado con ella.
Durante ese curso empecé a “ver la luz”, comencé a entender cómo tenía que funcionar la voz.
Comprendí lo poco que me habían explicado y enseñado durante los primeros años de conservatorio. En tan sólo una semana de curso.
Me di cuenta de que todo el mundo tiene margen de mejora y que si se trabaja bien los resultados van llegando en un corto plazo de tiempo.
Ella me recomendó que trabajara con Alba Rosa en Vila-Seca (Tarragona) puesto que ella durante el curso académico ya tenía el horario completo. Así lo hice.
Cada semana me subía al tren y daba clase con Alba y después participaba en la clase colectiva en la que todos los alumnos, independientemente del curso en el que estuvieran, cantábamos ante la Sra. Tarrés que nos ofrecía sus sabios consejos.
Los siguientes tres años continué esta dinámica y durante el verano asistí a los cursillos que la Sra. Tarrés daba. Cada vez que me oía nos felicitaba a Alba y a mí por los progresos.
Era una gran dama. Una auténtica señora. Exigente, pero al mismo tiempo muy humana.
Recuerdo una anécdota en la que decía que cuando más largo fuera el sobreagudo más cobraríamos, “més caixa fariem” :) Era una mujer muy alegre que contagiaba su optimismo.
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