Hay un momento en el aprendizaje musical que se produce una apertura a un lugar desconocido, un lugar lleno de emociones que da una sensación de vértigo inmensa.
A mi me hubiera gustado que alguien me lo hubiera explicado de una manera sencilla porque la primera vez que me sucedió quise salir corriendo, cerrar ese espacio y no querer saber que existía porque da miedo, asusta ver que hay un mundo desconocido de emociones pero lo que más asusta es perder el control.
Yo llamé a ese espacio la caja de pandora, al principio se abría de forma fortuita, ahora se que puedo abrirla y dejar salir aquellas emociones que quiero expresar. Es un control descontrolado, es un dejarse llevar sabiendo que no pasará nada y que hay que transitar ese espacio para poder transmitir lo que uno lleva dentro.
La caja de pandora no se controla, la caja de pandora se aprende a gestionar a través del autoconocimiento y del respeto hacia uno mismo, es un camino que se transita en solitario, aunque se comparta con otros hay que aprender a caminar solo por él y al final uno aprende a confiar en ella y sabe que cuando la necesite estará allí.
Y para cantar es necesario contar con una caja de pandora lo más llena de experiencias y emociones posible porque estas son las que aportan riqueza y madurez a la interpretación.