En la línea de los últimos posts enfocados a despertar un cambio de mentalidad y avivar el espíritu emprendedor entre los artistas escribo estas líneas.
El arte es una necesidad para el artista, el cantante es cantante porque sino su vida sería una desgracia (hablo por experiencia) y decide enfocarse en su talento trabajando duro porque sabe que ahí está la llave de su felicidad. El arte persigue al artista hasta que se da cuenta de que no le va a dejar en paz.
Una vez uno despierta a esta llamada debe, desde la responsabilidad que tiene con el talento que le ha sido dado, decidir qué hacer con él, cómo ofrecerlo a la sociedad para que se beneficie de él. Y si, la sociedad se beneficia de los espíritus creativos en cualquiera de sus facetas. El artista muestra nuevas realidades y lleva más allá a las personas y eso es una gran responsabilidad que requiere de un gran esfuerzo, una gran apertura y una gran generosidad.
¿Para qué sirve lo que hago? En el momento en que un artista da con la respuesta a esta pregunta encuentra el modo de llevarlo a la realidad.
En mi caso, cuando canto, se que lo que hago sirve para hacer mejores a las personas a través de la música, emocionando, deleitandose con la belleza del sonido, divirtiéndose, riéndose... y eso es algo importante para mi y por eso pongo todo mi esfuerzo y mi pasión.
¿Cómo lo hago? Pues de muchas maneras, de hecho cuantas más maneras encuentre de poder manifestarlo mejor. En encontrar esas maneras entra en juego el espíritu emprendedor y la creatividad.
Este espíritu emprendedor y creativo está en muchos de nosotros pero no se estimula la mentalidad emprendedora y mucho menos en el ámbito de la música clásica que ni se potencia ni se enseña.
Recomiendo al que sienta la llamada emprendedora en su interior que busque los foros adecuados porque no es que uno sea raro, lo que sucede es que no está en el entorno adecuado.