Por: Isabel Villagar
LA CORCHEA VIAJERA
En ese momento estaba junto al libro de la sinfonía pero no sabía qué era lo que le rodeaba. Estaba todo muy oscuro y pensó que lo primero que tenía que hacer era saber cómo era el lugar de donde había salido porque lo más probable era que el nuevo sitio que buscaba fuera similar. Fue palpando con su pestaña aquella superficie que era alta y dura. No había nada rodeando aquel objeto. Recorría los alrededores con cuidado, a tientas, explorando con su pestaña ya que casi no veía. En la parte más exterior había un poco más de luz y se detuvo. Algo brillaba en el objeto del que había salido. Haciendo un gran esfuerzo descubrió que eran letras doradas y leyó: Sinfonía no 1 Franz Beck (1730-1809). “Así que este es mi creador... ¡Qué pena que tantos y tantos compositores hayan pasado a la historia sin pena ni gloria!” se dijo Pepa.
Se apartó del libro y empezó a caminar despacio, asegurando cada paso. El corazón le latía cada vez más rápido, de emoción, de incertidumbre, de miedo... De repente se resbaló y... ¡ZAS! Cayó durante un instante que le pareció eterno. Por suerte, pudo sujetarse a algo con su pestaña de corchea, su vida pendía de su pestaña. “Menos mal que soy una corchea y no una negra o una blanca, algo bueno tenía que tener...” se dijo sonriendo para sus adentros.
Finalmente se dio un impulso con la pestaña, se soltó y cayó planeando. Todavía no podía ver que el lugar de donde había caído era una gran estantería llena de libros que ocupaba toda la pared y el lugar donde se encontraba en ese momento era una mesa que se encontraba incrustada en la estantería.
Empezó a caminar de un lado a otro. De repente se topó con algo que le hizo caer de bruces. Se levantó y vio que delante tenía algo que sí que se parecía al objeto de dónde había salido. Se dio cuenta de que podía trepar por una especie de escaleras. Era el lomo del libro que estaba abierto sobre la mesa. Al llegar a lo más alto se asomó y vio que lo que había escrito se parecía a la sinfonía... Desde el margen de la página dudaba si escabullirse entre aquellos pentagramas, finalmente decidió adentrarse en aquella música.
No sabía dónde colocarse porque ésta era una obra totalmente desconocida para ella. Desde donde estaba se dio cuenta de que no había una pauta para cada instrumento cómo pasaba en la sinfonía de la que venía, en la que cada uno tenía la suya... Había hecho un gran esfuerzo, estaba agotada y ya no tenía fuerzas ni para pensar, así que decidió quedarse junto a la primera negra que encontrara a modo de apoyatura para pasar lo más desapercibida posible. No tardó mucho en hallarla y junto a ella se quedó dormida.
Un sonoro estruendo hizo que se despertara de un salto. No sabía dónde estaba y qué estaba sucediendo. Se dio cuenta de que su aventura no había sido un sueño, era cierto que había salido de la sinfonía y que estaba en otra obra. Escuchó con atención, ya casi no reconocía aquella sensación. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había experimentando algo parecido. Alguien estaba tocando la partitura en la que se había quedado dormida y lo que estaba sintiendo era la vibración que las notas producían, mientras se aproximaban a la página dónde ella estaba. Era algo emocionante, excitante, estimulante. Sentir cómo suenan las demás notas, cómo suenas tú, cómo suenan las que están detrás y delante y debajo y encima de ti. “¡Qué sensación tan maravillosa!” pensó.
La armonía y el placer de sentirse vibrar en un todo no duró mucho tiempo. Una vez que tocaron la página dónde estaba Pepa, la negra, sobre la que se había quedado a modo de apoyatura, bramó contra ella porque le había quitado dos tercios de su valor. Lo normal en cualquier apoyatura pero...¡Qué ofensa! ¡Qué agravio!.
- ¡¿De dónde ha salido esta nota?! ¡Esta corchea se ha colocado aquí sin permiso! ¡Sin avisar! - Dijo la negra muy enfadada.
Pepa no sabía muy bien cómo reaccionar. Fue en ese momento, cuando las demás notas de la página detectaron su presencia. Se formó un gran alboroto alrededor de ella. Todas las notas hablaban y opinaban al mismo tiempo y a Pepa no le dejaban ni explicarse, esperó a que las aguas volvieran a su cauce. “¡Hay que ver! Hace un momento todas estas notas sonaban como un todo maravilloso y ahora suenan como la cosa más horrible que uno pueda imaginar” pensó Pepa para sus adentros.
Pepa no comprendía nada pero se daba cuenta de que su presencia había desencadenado una lucha interna cuya duración era imprevisible. Inesperadamente se hizo un silencio absoluto, todas las notas se callaron. Desde lo más bajo del pentagrama, una redonda se puso a hablar con voz grave. Era una nota importante y respetada porque era la tónica del pasaje, a más importante de la escala y era ella siempre la que solucionaba los conflictos. Se acercó a Pepa y le preguntó con voz grave:
- Hola pequeña corchea, mi nombre es Rumo ¿de donde has salido? ¿cómo te llamas?
- Me llamo Pepa y decidí marcharme de una obsoleta sinfonía porque estaba aburrida de estar allí. Desde hace doscientos años nadie la lee, ni la toca, ni la escucha.
- ¿Y qué te hizo pensar- continuó diciendo Rumo- que las cosas en esta fuga barroca iban a ser diferentes?
- Pues mira- contestó Pepa- Al menos, alguien toca esta fuga y puedo sentir la maravillosa sensación de sonar en un todo armónico.
- Comprendo... pero es que deberías saber que las fugas barrocas tienen una forma muy definida y concreta y si te quedas aquí romperás la estructura y el estilo y puede ser que ya no quieran tocarla nunca más. Las fugas son obras en las que el espacio ocupado por cada nota está pensado y calculado al milímetro, tienen una estructura muy rígida y ésta es necesaria para que la obra tenga sentido.
Tras escuchar lo que Rumo le decía se dio cuenta de que no podía quedarse en aquel lugar, así que pidió consejo a Rumo. Quizás él, que parecía tener más experiencia le daría alguna idea. Parecía muy seguro de si mismo y desde luego era alguien muy respetado.
- Bueno Rumo, tú que eres más sabio ¿Dónde crees que podría ir? ¿en qué tipo de obra, que no sea la sinfonía de la que vengo, podrían acogerme sin necesidad de desequilibrar o estropear la forma de la obra y sobre todo sin ofender a nadie?
- Prueba suerte en la ópera barroca o pensándolo mejor... en la romántica. Sí, esta última es la que te aconsejo, es mucho más emocionante. Dijo Rumo con una sonrisa.
Pepa se quedó pensando... “¡ÓPERA! Eso suena bien pero no sé exactamente qué tipo de música es esa, ni si allí me acogerán...” De nuevo le preguntó a Rumo; él se le quedó mirando y con una sonrisa amable le contestó:
- A ver, a ver... Por lo que veo, te gusta la aventura y también te gusta sentir la vibración de las notas que te rodean ¿no?- Pepa asintió.
- Pues bien- continuó Rumo- en las óperas románticas siempre hay alguna variación y siempre hace falta una corchea aquí o allí, dependiendo de la cadencia, de las variaciones que se decida hacer o de dónde tenga que respirar el cantante. Los cantantes son personas humanas, como los compositores, que interpretan la música con su voz y a través de un texto que hace que la música aun tenga un sentido más concreto y profundo- aclaró Rumo- Estoy seguro de que allí te aceptarán con agrado y serás feliz. Hay una gran cantidad de óperas de compositores románticos, quizás “El Barbero de Sevilla” de Rossini pero también podrías encontrar tu sitio en alguna opera de Bellini, o Donizetti.
Pepa estaba entusiasmada con lo que Rumo le estaba diciendo. “¡Cantantes! ¿Como sería el mundo de la música vocal?” Era la primera vez que oía que la música podía ser interpretada por voces humanas. No sabía muy bien cómo era una ópera...así que volvió a preguntar a Rumo que continuó diciendo:
- Las óperas son obras musicales que se interpretan en un escenario y en las que se cuenta una historia. Los diferentes personajes son los cantantes que expresan los sentimientos con palabras y con música. Van vestidos según la época o la situación...y bueno... hay decorados... iluminación...
Pepa miraba a Rumo con los ojos abiertos como platos, era más de lo que ella hubiera podido imaginar....La ópera era lo más interesante y sugerente que había oído hasta ese momento... “¡Se contaba una historia con personajes! ¡Había cantantes! ¡Un escenario con decorados y luces! ¡Tiene pinta de ser apasionante!” se dijo.
No sabía si encontraría el camino hasta llegar a la ópera pero estaba dispuesta a arriesgar todo lo que fuera necesario. Dio las gracias a Rumo y pidió disculpas a las demás notas de la página, se despidió y se marchó.
Ahora más que nunca se sentía viva. La emoción le invadía y la excitación por aquello que le depararía su futuro inmediato no le dejaba casi ni respirar. Ahora sí, ahora sabía dónde ir y no pararía hasta encontrar una ópera romántica.
Caminó hasta llegar al extremo de la página del libro de las fugas barrocas y bajó por el lomo dando saltitos hasta alcanzar la mesa. En ese momento había más luz en la habitación. Pepa pudo ver que estaba en una mesa de trabajo y que el sitio, desde el que se había caído, era la enorme estantería que se erigía como un rascacielos ocupando toda la pared que tenía delante. Era algo impresionante, nunca hubiera imaginado algo así.
La estantería estaba repleta de libros desde el suelo hasta el techo. “Creo que buscar una ópera romántica no va a ser tan fácil como pensaba...”. Era imposible saber con certeza si, de entre aquella cantidad innumerable de libros, había alguna obra de alguno de los compositores que Rumo había dicho... “Bueno, el que algo quiere algo le cuesta” se dijo Pepa. Dio un brinco y se puso en marcha. Caminó desde donde estaba hasta el extremo de la mesa.
Pasó junto al bote de los lápices y se subió a la grapadora que le ayudó a darse el impulso necesario para saltar hasta el estante más cercano. Empezó a recorrerlo y mientras miraba con atención los lomos de los libros, leía: Mozart, Haydn, Bach, Beethoven... ninguno era de los que había dicho Rumo...
Llegó hasta el final pero no halló ninguna ópera romántica y decidió subir. “Bajar será en todo caso más fácil porque solo tendré que ir descolgándome con ayuda de mi pestaña” pensó. Cogió carrerilla, dio una voltereta y apoyando la pestaña en el suelo del estante se impulsó y voló hacia arriba. Ansiosamente buscaba en los lomos de los libros, tampoco hubo suerte. De nuevo cogió carrerilla, dio una voltereta, tomó impulso con la pestaña y alcanzó el siguiente nivel. Al ponerse
en pie y levantar la vista se quedó impresionada ante lo que estaba viendo. Era un estante altísimo y estaba lleno de libros muy, muy gordos que tenían letras doradas y plateadas en los lomos. Empezó a caminar con mucho cuidado para no caer porque había muy poco espacio entre el lomo de los libros y el borde de la balda. De repente, dio un respingo y casi perdió el equilibrio...
Se frotó los ojos y volvió a leer lo que ponía en el lomo del libro que tenía delante: “L’elisir d ́amore” G. Donizzeti... El corazón le latía cada vez más rápido, sentía que estaba en el lugar apropiado...; el siguiente: “La sonámbula” V. Bellini. Rumo había mencionado a estos compositores. Al leer lo que ponía en el siguiente libro empezó a llorar de alegría: “El Barbero de Sevilla” Rossini. “¡Si! ¡Si! ¡Este es el título que dijo Rumo! ¡Voy a entrar aquí!” se dijo. Sentía emoción tan grande que parecía que el corazón se le fuera a salir del pecho.
Habilidosamente Pepa pudo escabullirse hasta el final del estante. Con la ayuda de su pestaña y al igual que había salido de la sinfonía, logró meterse entre las páginas del grueso volumen. Esta vez sabía a qué parte de la ópera debía ir, así que preguntaría cómo llegar a la cadencia más cercana. La blanca a la que preguntó le indicó el camino: debía recorrer, todo el recitativo de Rosina, el aria y que al final de la cavaletta encontraría la cadencia.
Recorrió todas las páginas que le había indicado la blanca hasta que llegó a la cadencia final. Era algo asombroso... ante ella se alzaba más allá de las líneas del pentagrama una espectacular cadencia... parecía interminable. Escaló por los espacios de la pauta hasta llegar a la parte más alta de la cadencia. Allí se escabulló entre las demás notas y decidió descansar porque estaba exhausta.
Volvió a despertarse con la sensación de que la vibración venía hacia ella. Ya era una sensación conocida así que permaneció tranquila en el lugar dónde se encontraba y decidió deleitarse hasta que le llegara su turno. Sentía cómo se iba acercando a ella suave y gradualmente, todo era muy diferente, el sonido de la voz humana era algo incomparable... Disfrutó del momento mientras fijaba aquella sensación en todo su cuerpo.
Además, esta vez ya no era una simple apoyatura, ahora estaba en la cadencia de la soprano y eso tenía que ser muy especial. La vibración provocada por el canto de Rosina era fascinante, no se parecía al sonido de ningún instrumento, además, podía apreciar cómo la orquesta resaltaba la belleza de aquella voz. Sentía que su momento se acercaba y una profunda e intensa emoción recorría todo su ser.
No obstante, todavía le aguardaba una sorpresa... Sin darse cuenta, se había instalado debajo del calderón, la nota cumbre de la cadencia. Por eso, cuando llegó su turno, la cantante se recreó largamente en el sonido que Pepa representaba. ¡Esto sí que no se lo esperaba! Pepa no salía de su asombro, en toda su vida no había sentido ni escuchado nada igual. “¡Esto es maravilloso,
sólo por esto ha merecido la pena salir de la sinfonía!.” pensó.
La música se fue desvaneciendo a su alrededor. Todavía embargada por la emoción, podía escuchar a lo lejos que tomaban las riendas de la acción otros personajes, otras voces. Las notas que estaban alrededor de Pepa se dieron cuenta de su presencia y se fueron acercando a ella. La miraban con curiosidad y parecían contentas de ver una cara nueva. Pepa les contó sus aventuras. Aquellas notas le hacían sentir muy bien , ellas disfrutaban escuchando su historia. ¡Eran notas con curiosidad! Cuando terminó de hablar le felicitaron por ser tan valiente.
Pepa se quedó pensativa, la sonrisa no se le había borrado del rostro, estaba feliz. Aquello era más de lo que había podido figurarse al salir de la sinfonía, era más de lo que había llegado a imaginar...
Al rato se le acercó con curiosidad una pequeña semicorchea. Se llamaba Arunda, la historia de Pepa le había impresionado... y le dijo:
- Yo soy Arunda. Me ha gustado mucho tu historia y creo es que la música estaría muerta si no hubiera notas como tú. Aquí hay muchas notas como tú, inquietas, que no se conforman y que luchan por aquello que quieren. Bueno, más bien, en todas las
- “Así que había mas notas que como ella habían buscado algo mas en sus vidas y no se habían conformado con lo primero que les había tocado vivir...” - Pepa se quedó boquiabierta.
- Sí, Pepa. Y la razón de que estas óperas sigan siendo interesantes es que gracias a las notas que vienen de otras obras, la ópera adquiere algo distinto cada vez que es interpretada. El oyente se sorprende cada vez que la escucha y por eso nunca se cansa de escuchar lo que en esencia es lo mismo pero que cada vez es diferente.
Pepa no salía de su asombro. No podía creer que estas obras se interpretaran más porque los cambios que producían las notas nuevas las hicieran más interesantes..., Pepa pensó: “Me quedaré aquí. He encontrado una música que esta viva, una amiga y, además, algo me dice que junto a estas notas seré feliz...”
FIN
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