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| Santiago Niño-Becerra |
En un reciente estudio de la Academia de las Artes Escénicas se valora la aportación de la cultura al PIB por más de un 3,7%. Teniendo en cuenta que este mismo estudio menciona la inseguridad jurídica y la precariedad del sector,
¿en qué medida se podría incrementar esta aportación al PIB mejorando el marco legal y laboral de las profesiones culturales?
Pienso que la aportación que la cultura puede hacer al PIB viene dada desde la demanda: por la demanda que haya de cultura, y eso, continúo pensando, se halla muy relacionado, tanto con el nivel de renta como con la coyuntura económica.
Para la mayoría de la población la cultura no es un bien de primera necesidad, luego, en momentos de carencia es posible vivir consumiendo escasa cultura o nada de cultura. Es decir, es verdad que la mejora del marco legal puede ayudar a fomentar el acceso a la cultura, pero si no hay demanda o esta es baja ….
Teniendo en cuenta que vamos hacia un mundo más robotizado y tecnológico en el que la soluciones a muchos de los problemas vendrán desde equipos multidisciplinares que amplíen el pensamiento lateral del colectivo que esté encomendado a solucionarlo,
¿qué aportación puede tener la enseñanza del arte en el desarrollo del pensamiento creativo para coadyuvar a la mejora económica?
Qué duda cabe que la creatividad es necesaria en la actuación económica, sobre todo en momentos de escasez como los actuales, cuando se tienen que buscar soluciones y caminos nuevos.
De la misma forma que las matemáticas se hallan en íntima relación con la música la creatividad como concepto, por lógica ha de ser positiva en la capacidad de resolver problemas. Lo que no sé es cómo podría aplicarse en el ámbito económico la enseñanza del arte.
Amazon comenzó como una tienda de libros y discos,
¿qué hizo para que se llegara a transformar en el gigante que hoy conocemos?
Quemando toneladas de dinero a fin de obtener una cuota significativa de mercado y asegurarse un espacio en el futuro mercado de la Red. El caso Amazon, que es irrepetible, fue posible en el inicio del Internet masivo cuando cuanto más se facturaba más se perdía y más aumentaba la cotización de las acciones a la espera de ese momento futuro.
Inaplicable hoy en día y entonces sólo utilizable para empresas con un buen plan de negocio basado en bienes tangibles, no en sueños, que dispusiesen de ingentes cantidades de dinero para fundir.
En su interesantísima conferencia “Tendencias" mencionó que el futuro está en la hiperespecialización de los pequeños como modo de supervivencia frente a los grandes conglomerados empresariales,
¿puede ofrecernos algunas ideas sobre de qué forma puede el sector cultural integrarse en esas estructuras?
Pues no. La producción de arte es cara, además lo es la publicidad y distribución. Y si se buscan los espacios reducidos y las élites no se me ocurre cómo hacerlo: la época de los clubs de jazz de los años 20 sitos en zonas marginales a los que personas acomodadas iban por gusto o por conocimiento pienso que ya ha pasado porque el streaming, para una significativa mayoría, puede realizar la misma función.
Hoy una plataforma puede distribuir lo que sea con tal de que haya demanda, es decir, si una producción cultural va a ‘tener tirada’ la plataforma la incorporará a su oferta, lo que no se es que puede hacer la o el artista para llamar, de forma voluntaria, la atención de la plataforma.
¿Qué rol le augura al sector cultural en este s. XXI?
Buf. Ni idea. Desde un punto de vista meramente económico el arte continuará fluyendo mientras genere beneficios y fluirá lo que genere beneficios porque haya demanda de ello, gusto por ello, las obra de Andy Warhol y de Damien Hirst son ejemplos de ello: cincuenta años atrás, veinte años antes nadie hubiese dado ni un penique por ellas.
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