Posiblemente, en los nuevos tiempos que vendrán después de estos momentos tendremos que hacer un gran esfuerzo para que nuestra voz sea el abrazo que no nos pudimos dar, sea la mano que te toca suavemente, un soplo cálido que acaricie nuestros oídos y reconforte nuestras almas.
Las canciones nos han unido.
Hemos oído a millares de cantantes, aficionados y profesionales, que nos han emocionado en estos días, y necesitaremos de nuestra propia voz y nuestra mejor voz para acariciar a los que queremos y para expresar aquello que sentimos.
En muchos momentos nuestra voz se llenará de alegría, y en otros tantos, de tristeza, nostalgia o melancolía.
Como sociedad debemos tomar conciencia de que las voces son poderosas, y explorar sus posibilidades nos ayudará a sentirnos más felices y conectados con los demás.
Muchos coros han cantado unidos aunque fuera a través de la red porque el beneficio ancestral de hacerlo les ayudó a afrontar una realidad dura.
Las voces de los niños deben ser oídas y ellos mismos se sentirán más unidos a sus compañeros si se tocan con sus voces, ya sea por teléfono o video conferencia y el día de mañana, en persona en sus clases y en los recreos jugando con sus amigos.
Hemos visto a los sanitarios bailar y cantar unidos.
De hecho, es muy posible que hayan podido mantener el ánimo gracias a expresarse y canalizar sus emociones a través de la voz, el cuerpo y la música.
Sin sus voces, sin nuestras voces, sin la voz, todo hubiera sido más difícil.
Silenciar la propia voz es silenciar el alma.
Como individuos y como parte de un colectivo, nunca quedemos mudos voluntariamente.
¡Os mando un abrazo con mi voz escrita!