"El alumno sabe de los factores desfavorables o negativos que concurren a su educación musical, pero no se atreve a informar, ya que a nadie le agrada mostrar las deficiencias en que vive.
Pero la injusticia del examen prosigue en cuanto analicemos en qué puede basar su criterio un Jurado. Lo común es que premie el saber, la inteligencia, el aprovechamiento. El esfuerzo no lo puede apreciar en la prueba.
Y la injusticia está ya cometida a favor del más fuerte, del más apto. El que durante el curso se ha sentido inferior a algún compañero, llega el examen con un complejo de inferioridad, mientras que el mejor de la clase concurre al examen precisamente con lo opuesto: un complejo de superioridad. Estos complejos a su vez influyen en el examinador, y la injusticia se acentúa.
Y la injusticia está ya cometida a favor del más fuerte, del más apto. El que durante el curso se ha sentido inferior a algún compañero, llega el examen con un complejo de inferioridad, mientras que el mejor de la clase concurre al examen precisamente con lo opuesto: un complejo de superioridad. Estos complejos a su vez influyen en el examinador, y la injusticia se acentúa.
El que no necesita de estímulo lo encuentra, y el que en lucha tenaz y porfiada, durante meses de sacrificios ocultos, ha llegado a superar muchos obstáculos que sólo él ha encontrado en su camino, este, que necesita y mucho de una palabra de aliento, de un voto de comprensión a su esfuerzo, de un aplauso a su obstinación y valor, el que tantas veces cayó y otras tantas se levantó, éste, con la más inhumana injusticia no obtiene sino una afrenta pública.
Él, que considera que las condiciones, las disposiciones naturales, las facilidades que lo rodean, no son motivos de alabanzas, no son objeto de premio, ve que precisamente a ellos se premia. Él, que sabe lo duro de la lucha, lo amargo de las condiciones adversas, el valor moral del esfuerzo, ve que sólo se aprecia el mero resultado aparente y momentáneo de la prueba.
Y las consecuencias son desastrosas moralmente. Los sentimientos que quedan impresionados por el examen, no son ciertamente lo que convendría fomentar: la emulación sana y amistosa, la camaradería gentil. Son los que conviene extirpar: la soberbia y la vanidad en los favorecidos, la humillación en los otros. Venganza o servilismo en los que se sienten inferiores; altanería y fatuidad en los vencedores.
(...)
La supresión completa de todo examen no podrá sino resultar un beneficio en la educación musical oficial. Eliminados estos, el maestro consciente podrá dedicar todo el año a la preparación intensiva del alumnado, los métodos podrán estudiarse libremente sin las necesidades o inconveniencias que emanan del examen; el programa podrá alterarse de acuerdo a las necesidades del alumno sin las cortapisas de los exámenes que imponen periódicamente su reajuste".
Las negritas son mías.
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